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El diario de Georgina

02 Abr 20 /

El cuadernito estaba envuelto en un cartón celeste, pulcramente plegado a modo de protección. Ahí, en el interior de esa suerte de caja, se había mantenido invisible por años. Nadie parecía haberlo pedido para consulta en sala, de forma que su tranquilidad no se había visto turbada en absoluto. Dormía el sueño de los justos, plácidamente, en el rinconcito de uno de los estantes de madera de la biblioteca que alguna mano amiga le había asignado en suerte. Supongo que por eso, por esa falta de visibilidad, había logrado eludir mis radares.

Ocurre que el cuadernito del que les hablo no pudo mantener su anonimato mucho más tiempo: le tocó revisión. Una revisión general de nuestros fondos que implicó, entre otras cosas, la re-catalogación y el reprocesamiento físico (sellado y re-etiquetado) de todos y cada uno de nuestros libros, y que lo arrancó de su hasta entonces bien garantizada invisibilidad.

Al sacarlo de su estuche celeste, una de mis compañeras —a la que le tocó en suerte la revisión de ese documento en particular— me lo mostró. Creo que ambas ya conocen mi gusto por los papeles viejos y las antiguallas.

Era un pequeño cuaderno de notas, de papel amarillento y renglones azules, forrado en una tela parduzca que quizás fuese blanca o crema en el pasado, antes de que el tiempo le diera su propia pátina, y con una nota manuscrita en la tapa.

Diary of Galapagos.

No me sonaba haber visto ningún documento con ese título en nuestra colección...

[...y aquí haré un paréntesis y me apresuraré a explicarles, no sin cierto sonrojo, que los bibliotecarios no siempre conocemos toda nuestra colección, ni nos hemos leído todos nuestros libros... Excepto en los casos de inventario general, pocas veces tocamos siquiera la totalidad de nuestros fondos... Y aunque los toquemos y revisemos, a veces no conocemos los contenidos de esos libros y esas cajas. Solemos ir (re)conociendo nuestros fondos con el tiempo, de acuerdo a los pedidos de nuestros usuarios, o a nuestras propias investigaciones: esos viajes en los que algunos bibliotecarios nos embarcamos y que nos llevan a navegar durante años por nuestros estantes...]

...y como no me sonaba crucé los dedos y quise suponer que me encontraba ante una de esas joyitas que podían contener sorpresas.

Y vaya si las contenía...

Aquel "diario de Galápagos" resultó ser la bitácora de viaje de Rosamond Georgina Lloyd, la esposa de un químico / botánico británico llamado Thomas Taylor. Junto a él, Georgina estuvo en Galápagos en 1938-9, como parte de la expedición científica liderada por el hoy célebre (y entonces desconocido) David Lack.

El diario es un tesoro por muchas razones. Porque es un documento original, manuscrito e inédito, y está perfectamente conservado. Porque fue donado específicamente por Georgina a G. T. Corley Smith, miembro de la FCD e impulsor de nuestra biblioteca. Porque describe el viaje entero, desde su salida de Londres hasta su llegada a la misma ciudad varios meses después, con lujo de detalles, y desde una perspectiva cotidiana y personal. Porque es la voz de una mujer, que entonces se escuchaba poco. Porque es la voz de una no-científica participando en una expedición científica, y dando su propia opinión sobre lo que veía (la cual no siempre fue amable). Porque es la voz de una británica de clase alta hablando sobre Sudamérica. Porque la expedición residió en Santa Cruz y Georgina describe la vida en Academy Bay a principios del siglo XX, y su convivencia con personajes como los hermanos Angermeyer, el capitán Stampa o el matrimonio Kübler y su hija, una Carmen (hoy Angermeyer) que entonces no superaría los 10 años. Porque describe en primera persona paisajes y especies nativas, e investigaciones que entonces estaban en curso y que luego marcaron la historia de la ciencia en Galápagos (la de Lack con los pinzones, o la del propio Taylor con los pigmentos vegetales). Porque deja ver sin ambages muchos tics (racistas, clasistas, sexistas) y, asimismo, muchos comportamientos que resultaban avanzados para una mujer de la época...

Así de sorprendentes, interesantes, e incluso conmovedores, pueden resultar esos puñaditos de hojas que resguardamos, con todo el cuidado posible, en los estantes de nuestra biblioteca y en las cajas de nuestro archivo.

Quisiera cerrar estos apuntes compartiendo un fragmento del Diary of Galapagos. Son las notas que Georgina garrapateó en su cuaderno el domingo 2 de abril de 1939, cuando dejó las islas (para jamás volver). Creo que las que apuntaré yo en mi propio diario cuando me vaya de aquí no serán muy distintas.

 

"Goodbye, Indefatigable; good bye, all you people, who have been so kind to us, and who quarrel so fearfully among yourselves; good bye, the iguanas and tortoises and turtles, and the birds under the cliff, and the night herons who bark and grunt at sunset; good bye, nice dogs sitting on the balcony silhouetted against the sky, and the five cats slinking among the palms and the papayas, and the wild donkeys who all night long keep up an interminable chorus all over the island.

Good bye, Galapagos".

Penguinsquare
Andres Cruz

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