Autor: Lars Kabel
Puerto Ayora, 1977
Gus Angermeyer administraba un hotel para mochileros en el pueblo. El lugar consistía en dos casitas con un par de habitaciones, dos quemadores de gas, un grifo, un baño y un cobertizo de cemento en el jardín donde dormíamos en el suelo. Nos recibió Gus, fornido, de pelo largo, quemado por el sol, vestido sólo con un short. Un hombre amable de unos 60 años. Nosotros, tres chicas jóvenes danesas y yo, esperábamos que hubiera sitio para todos allí. Sólo había otros dos inquilinos, un hijo de un diplomático que lucía un estilo hippie, llevaba mucho tiempo en Galápagos y era un verdadero amante de los animales. Alimentaba a los ratones de la casa y nos instruía en que nunca debíamos matar a las lagartijas y a las enormes arañas que se arrastraban bajo el techo: se comían los insectos dañinos. El otro era un estudiante de biología alemán.
Resultó que la casa, el cobertizo y el jardín de Gus era el lugar de Puerto Ayora donde se reunían los mochileros. Todos utilizábamos la misma guía, tanto para encontrar lugares de interés que no hubieran sido destruidos por el "turismo de masas", como decíamos entonces; como para conocer a personas afines que se veían a sí mismas como parte de una cultura juvenil occidental que viajaba de forma auténtica, barata y a la altura de los lugareños.
Acordamos con Gus que podríamos quedarnos 10 días, interrumpidos por una excursión en barco por las islas. La excursión la pudo organizar fácilmente. Nos dio permiso y tenía a su disposición un barco, el Encentada, con capitán, guía y cocinero. Gus nos dijo que para los lugareños había más dinero en el alquiler de sus fibras modificadas temporalmente para los turistas, que en la pesca. Siempre podían pescar en sus botes.
Los cuatro días en la fibra, donde dormimos en cubierta porque el barco estaba lleno de cucarachas, fueron una experiencia para toda la vida.
Sabíamos poco de las Galápagos cuando viajamos allí. Eso era lo normal entonces, antes de que el mundo entero se mostrara en la web y en los móviles, en fotos y vídeos en color.
La vista del canal de Itabaca era única: nosotros, que veníamos del frío y del gris invierno del norte, nunca habíamos visto nada igual. El canal era de un luminoso color turquesa, verde esmeralda y ultramarino; los cactus coronaban las laderas, los pelícanos pescaban, en la lava de la orilla del agua yacía un grupo de lobos marinos, holgazaneando al sol, con sus pelajes relucientes. Un par de pequeñas embarcaciones iban y venían por el estrecho canal, que no era en absoluto una belleza de palmeras, pero que sin embargo era justo lo que habíamos soñado.
El pueblo, Puerto Ayora consistía principalmente en caminos de tierra, y algunos pequeños hoteles y tiendas por la plaza y un camino de cascajo hacia la Estación Científica que, parecía muy lejana. Junto al muelle de la Bahía Academia se encontraban amarrados los botes. En la bahía, anclados, flotaban un grupo de barcos de pesca, un par de yates de gran calado y dos pequeños cruceros. Todo era cálido, tranquilo y sedante, aunque los turistas habían empezado a llegar a las islas, especialmente a los cruceros.
Al regresar del viaje, Gus nos invitó a visitarle en su "cueva" junto a la casa familiar de Angermeyer Point. Construida con cemento y bloques de lava que él mismo había recuperado del monte seco junto al mar. Desde fuera, la "cueva" tampoco parecía gran cosa, pero por dentro sí. Un poco de luz bajaba del techo, pero por lo demás estaba iluminada por lámparas de gasolina y velas. En el suelo había pieles de cabra sobre las que podías sentarte suavemente y cómodo. Por todas partes había trozos de restos flotantes erosionados, mandíbulas de tiburón con hileras de dientes afilados y peces Tambuleros con púas. Había cráneos de lobos marinos y cabras muertas. Corales rojos y negros. Caracoles y conchas de playa de todos los tamaños, y nácares multicolores. Colmillos curvados de cerdos salvajes. También había una maqueta de un barco Galeaza de madera, llamada Santa María, en la que Gus y sus cuatro hermanos habían huido de la Alemania nazi a finales de los años treinta.
En Santa Cruz, a Gus le llamaban "Rey de Galápagos". Había conseguido que la dura existencia de un colono fuera un éxito. Gus estaba sentado en un gran bloque de lava en el fondo de la "cueva", rodeado de pieles de cabra. Detrás de él se había formado un portal de costillas de ballena que era casi un trono. El rey estaba celebrando la corte. Nos sentamos en el suelo y disfrutamos del ambiente. Físicamente estaba en excelente forma, pero poco a poco se había convertido en un anciano que claramente deseaba impresionar a sus jóvenes invitados con historias fantásticas de 40 años en las islas - en particular, a las jóvenes nórdicas.
La Estación Científica, 1993
Salimos del hotel de Puerto Ayora por un camino rocoso hasta la Estación Científica. El botánico Henning Adsersen, de la Universidad de Copenhague, nos guiaba. Juntos, en 1993, habíamos organizado un curso de perfeccionamiento para 11 periodistas medioambientales de medios de comunicación de Dinamarca, Noruega, Finlandia y Groenlandia. El objetivo era aumentar el conocimiento de los medios de comunicación sobre Galápagos y, a la luz de la conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio ambiente celebrada en Río en 1992, ilustrar los principales problemas relacionados con la protección del medio ambiente en el grupo de islas en beneficio de la naturaleza, la población y los turistas, que en aquel momento eran unos 60.000 al año. ¿Fue el esfuerzo de Galápagos un modelo universal para la gestión sostenible de la naturaleza en todo el mundo?
Henning Adsersen y yo no teníamos una cita. Habíamos intentado contactar con el personal de la Estación. Habíamos llamado y escrito -esto era antes del correo electrónico- pero no habíamos conseguido nada. Fuimos en grupo hacia la administración. La directora, Chantal Blanton, salió. Nos miró con cara de extrañeza, obviamente ignorante de la llegada de 13 personas. Pasaron unos segundos y luego su expresión cambió. Al reconocer a Henning, una gran sonrisa se dibujó en su rostro, y le dio un cálido apretón de manos y nos dio la bienvenida. Este fue el comienzo de dos días de trato VIP. Puso a nuestra disposición una sala de reuniones y cuatro investigadores, nos hicieron presentaciones.
El trasfondo de esta hospitalidad era el hecho de que Henning, en seis visitas desde 1974, había vivido e investigado en la Estación durante un total de 2 años y medio. Lo había hecho en colaboración con el profesor Ole Hamann, de la Universidad de Copenhague, que trabajó en la Estación en 1971 y que posteriormente había permanecido en las islas muchas veces. Ole Hamman fue también vicepresidente de la Fundación Charles Darwin de 1984 a 1997.
Como científicos, ambos vieron un claro interés en que los medios de comunicación nórdicos se centraran en un mayor conocimiento de las Galápagos.
A lo largo de dos días, los botánicos Henning Adsersen y Hugo Valdebenito; los biólogos marinos Godfrey Merlen y Pat Wheelan; Linda Cayot, responsable del programa de tortugas de la Estación, y Chantal Blanton, ella misma doctora en botánica, nos ofrecieron una imagen actual de las Galápagos, tanto biológica como socialmente:
Nos dijeron que las poblaciones de iguanas terrestres, iguanas marinas y aves endémicas se encontraban en un estado bastante bueno. Lo mismo ocurría con la población de tortugas. La introducción de semillas, y de árboles de chinchona, fue un reto. Los árboles no se podían talar porque eran el árbol nacional de Ecuador, pero debilitaban la vegetación nativa.
La recolección y exportación del pepino de mar a China y Japón fue un problema importante. Pat Wheelan nos entregó a Henning y a mí unas fotos en blanco y negro que documentaban que los pescadores habían acampado en Fernandina y estaban secando el pepino de mar. Esperaba que pudiéramos conseguir que los medios de comunicación nórdicos escribieran críticamente sobre la sobrepesca, pero no pudimos. En aquella época, los medios de comunicación no se interesaban por estos temas. Era difícil entender la importancia del pepino de mar para el ecosistema.
Según los investigadores, el sacrificio de las aproximadamente 100.000 cabras que viven en estado salvaje en las islas se estaba llevando a cabo según el programa. Las cabras también fueron fusiladas desde helicópteros. En dos de las islas más pequeñas las cabras habían sido erradicadas con éxito y los investigadores estaban ansiosos por ver cuánto tiempo tardaría en reponerse la naturaleza.
El mensaje general iba en la línea de que las cosas estaban bastante bien en la protección de la naturaleza y la limpieza del parque nacional de especies invasoras, pero los investigadores se quejaban de que la población local no entendía lo única y valiosa que era su naturaleza. Además, en aquella época, las Galápagos eran el escenario de un duro conflicto social en torno a la tierra, los recursos de la naturaleza y la conservación para el futuro. Era necesario realizar un esfuerzo informativo y educativo inclusivo para la población local.
De vuelta a Puerto Ayora, nos encontramos con una visión encantadora; un crucero blanco recién llegado yacía anclado en Bahía Academia. Nos embarcamos en el M/S Coral para una incursión de siete días con Henning Adsersen como guía naturalista. El Parque Nacional nos había dado permiso para realizar 17 desembarques en ocho islas. Las aportaciones de los investigadores de la Estación habían sentado una sólida base para todo lo que Henning nos mostró y explicó.
Y sí, en las Galápagos, en 1993, apreciamos los contornos de un modelo universal para la protección contemporánea y la utilización sostenible de la naturaleza.
Sobre el autor:
Lars Kabel, 1953. Asistente. Profesor de la Escuela Danesa de Medios de Comunicación y Periodismo, afiliado al departamento de Investigación y Desarrollo. Periodista y licenciado por la Universidad de Aarhus.
Lleva toda la vida comprometido con la naturaleza, el medio ambiente, el cambio climático y el periodismo medioambiental.
Autor y coautor de varios libros de texto sobre ecología de los medios de comunicación, periodismo, transformación digital, noticias internacionales y desarrollo del tercer mundo.
Ha visitado Galápagos y la estación de investigación en 1977, 1993 y 2022.