El pasado mes de julio, el equipo de Ecología de Movimiento de Tortugas Gigantes pasó una semana en el volcán Alcedo, uno de los volcanes más grandes de Galápagos y el que alberga la mayor población de tortugas terrestres. Nuestro objetivo: localizar las 11 tortugas que el proyecto tiene marcadas con GPS y muestrear otras 70 en lo alto del volcán, para estudiar su estado de salud en este remoto paraje natural situado en mitad del océano pacífico.
Este proyecto es un esfuerzo conjunto de la Dirección del Parque Nacional Galápagos (DPNG), la Fundación Charles Darwin (FCD), el Instituto de Medicina de la Conservación del Zoológico de Saint Louis, el Instituto Max Planck de Ornitología, Galapagos Conservation Trust y el Zoológico de Houston.
El equipo lo conformaban dos veterinarias (Dr. Sharon Deem y Ainoa Nieto), nuestros biólogos de campo Freddy Cabrera y José Haro, un fotógrafo (Joshua Vela) y Surya Castillo, voluntaria del proyecto. Dos cargadores (Manuel Haro y Unler Greffa) completaban el grupo de trabajo.
El viaje ya había comenzado semanas atrás, con la elaboración de los permisos, la compra de los materiales y la cuarentena de todo el equipo. Y por fin el martes 17 de julio zarpamos a las 5h00 en una lancha rumbo a la isla Isabela. Después de desembarcar en la remota playa de Cowley deberíamos emprender la ascensión del volcán a pie. La subida, como se lo pueden imaginar, fue muy dura. Cargados con equipo médico, comida, combustible y buena vibra, y con un generador, una centrífuga y un congelador portátil a cuestas, emprendimos nuestro recorrido de más de siete horas hasta la cumbre del volcán. Una travesía muy poco recorrida, por senderos que parecían más de tortugas que de seres humanos, donde pudimos observar los drásticos cambios de vegetación: desde la zona árida y seca hasta los bosques de uña de gato y frondosos helechos que nos superaban en altura.
La casita “Linda Cayot” nos recibió al anochecer, con una neblina espesa que nos envolvía. Tras algunos meses sin presencia humana, las ratas y otros animales habían hecho de la casita su hogar, que emanaba un fuerte olor a orín y humedad. Una buena limpieza, comida caliente y mucho cansancio acumulado ayudaron a embellecer el lugar. ¡Esa noche todos dormimos profundamente!
Nos levantamos al alba y nos embarcamos en el primer día de nuestro muestreo de salud. Alrededor de la casita, enormes machos de tortuga se turnaban para hacer guardia y mantener a raya la vegetación circundante. ¡No podíamos haber elegido mejores jardineros!
La Dra. Sharon Deem supervisa nuestro trabajo; con más de veinte años de experiencia en medicina de la conservación y habiendo trabajado con todo tipo de especies silvestres, su emoción era mayúscula en este paraje remoto: “Estamos haciendo historia, estamos recopilando información sobre el estado de salud de una especie tan emblemática como la tortuga de Galápagos en este remoto volcán”. Y subraya: “entender la salud de las tortugas en su hábitat natural es muy importante, no sólo para asegurar la conservación de estos gigantes, sino para entender los impactos que las actividades humanas generan en estos ecosistemas, y ayudar a combatirlos”.
Los días se sucedían a gran velocidad; desayunos en la madrugada rodeados de una espesa neblina, muestreos a lo largo del borde del cráter, azotados por el viento y la garúa hasta que el sol hacía su aparición a media mañana. En ese momento, las nubes se retiraban y nos permitían apreciar el cráter del volcán en toda su magnitud. Fumarolas de gran tamaño como pesados suspiros emanaban del lecho del cráter, innumerables caparazones de tortugas de todos los tamaños resplandecían al sol y los gavilanes, curiosos, nos regalaban su danza aérea, amenazando con caer sobre nuestras cabezas. El trabajo se extendía hasta primera hora de la tarde, momento en el cuál regresábamos al campamento cargando numerosas muestras de sangre, hisopos, heces y parásitos. Algunas de estas muestras, como la sangre, debían ser procedas de inmediato en un improvisado laboratorio de campaña. Armadas con una linterna de cabeza, un par de guantes y mucha paciencia, el sector femenino del equipo se ponía manos a la obra para procesar las muestras y anotar todos los resultados obtenidos. El generador debía trabajar también a tiempo completo, asegurando así el suministro eléctrico necesario para utilizar los equipos de laboratorio y la conservación de las muestras en congelación.
Cinco días de intenso trabajo y toma de muestras, largas búsquedas de tortugas con la antena de telemetría y numerosas horas al anochecer procesando las muestras, dieron como resultado un total de 71 tortugas muestreadas en las inmediaciones del volcán. Además, ocho tortugas marcadas con GPS fueron localizadas. Era hora de regresar a casa. El séptimo día de trabajo, cargados de nuevo con nuestras mochilas, un congelador lleno de muestras biológicas y muy buenas fotos y recuerdos, emprendimos el descenso hasta la orilla. El volcán nos regalaba una hermosa mañana de cielos despejados, y la visión en el horizonte de todos los volcanes de Isabela, Fernandina y Santiago. El esfuerzo valió la pena.
En los próximos meses seguiremos compartiendo y actualizando nuestros resultados, ¡No te lo pierdas! Tenemos muchas muestras que analizar y procesar con diferentes métodos diagnósticos y esperamos muy pronto poder conocer mejor la salud de estos gigantes prehistóricos. Para más información visita: www.gianttortoise.org o escríbenos cdrs@fcdarwin.org.ec