Autor: Isabel Grijalva
La ciencia es creativa, de la misma manera en la que lo es la música, la pintura o el teatro. La ciencia es también un arte. Los científicos y científicas utilizan su creatividad e imaginación para desarrollar ideas y diseñar herramientas de investigación y formatos de estudio que se pueden aplicar en los diferentes ecosistemas. Particularmente en Galápagos, ser creativos no es solo una cualidad, sino también una necesidad, pues nos permite aprovechar al máximo los escasos recursos de los que disponemos en las islas. A continuación, les comparto mi experiencia durante un viaje de campo del Proyecto interdisciplinario de Pesquerías de la FCD. Durante esta salida, pude evidenciar y sorprenderme con todos los instrumentos que se han creado en este proyecto, para realizar investigación de vanguardia en y sobre Galápagos.
En noviembre del 2020, tuve la oportunidad de acompañar a Nicolás Moity, científico del proyecto, en un viaje al norte de Santa Cruz, en el sitio de Caleta Tortuga Negra. El objetivo de este viaje fue caracterizar la estructura y composición del manglar, así como estimar la cantidad de carbono retenido en estas plantas, a través de la medición de la biomasa del manglar y del carbono presente en el suelo de una parcela preestablecida. También, se midió la tasa de producción y de descomposición de hojas de manglar para comprender mejor su funcionamiento. Además, pudimos hacer censos de fauna marina con cámaras subacuáticas y realizar fotografías aéreas de los manglares, utilizando un dron. Todo esto para estudiar y comprender mejor uno de los ecosistemas claves para las pesquerías de Galápagos.
Estudios recientes (Moity et al., 2019) muestran que Galápagos cuenta con aproximadamente 3.700 hectáreas de manglar alrededor de todo el archipiélago, mismas que cubren el 35% de la costa, y que almacenan 778.000 toneladas de carbono en el sedimento (Tanner et al.,2019). En Galápagos, tenemos cuatro especies de manglares, Mangle Blanco (Laguncularia racemosa), Mangle Negro (Avicennia germinans), Mangle Rojo (Rhizophora mangle) y Mangle Botón (Conocarpus erecta). Según el reciente estudio de Moity et al. (2019), los manglares en Galápagos han aumentado su cobertura en un 24% en un período de diez años. De esta manera, se demostró que Galápagos es uno de los pocos sitios en el mundo donde los bosques de manglar han aumentado de manera natural, sin intervención del ser humano.
Nicolás nos contó que "necesitamos estudiar los manglares en Galápagos por varias razones. Por un lado, porque son plantas que absorben enormes cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera. El carbono se fija y almacena en sus hojas, ramas, troncos y raíces y, finalmente, en el suelo, reduciendo la cantidad de CO2 en la atmósfera, uno de los principales gases causantes del efecto invernadero. Así, los manglares contribuyen a mitigar el cambio climático. Por otro lado, los manglares son importantes porque protegen las costas de la erosión, tsunamis y tormentas. Pero lo más increíble es que transforman el litoral rocoso, principalmente formado de lava volcánica estéril, en un hábitat único, lleno de vida, y en una transición perfecta entre la parte terrestre y la marina, donde habitan gran cantidad de aves, tortugas marinas, peces (incluyendo tiburones y rayas y peces que nos sirven de alimento), moluscos, sus larvas y las larvas de muchos otros organismos marinos que habitan en la Reserva Marina de Galápagos. De hecho, los manglares son considerados como las ‘guarderías’ de muchas crías de peces, ya que aquí viven los primeros años de vida, tienen alimento, protección de depredadores y condiciones estables que les permiten crecer. Además, suministran nutrientes a otros ecosistemas marinos y son importantes para el turismo, tanto de manera directa por los sitios de visita en manglares, como indirecta por ser criaderos de tiburones y especies de peces que en su estado adulto se encuentran en los arrecifes rocosos. Los manglares tienen una multitud de servicios ecosistémicos."
Sobre nuestro viaje de estudio
Para aprovechar al máximo nuestro día de campo, salimos muy temprano en la mañana desde Puerto Ayora hacia el canal de Itabaca, en donde una embarcación y su capitán Don Leo Ayala nos esperaban. En el viaje nos acompañó Juan Manuel García, productor audiovisual del departamento de comunicación de la FCD, Wilson Rivadeneira, voluntario galapagueño del proyecto interdisciplinario de pesquerías y Carolina Carrión, científica de la FCD quien nos ayudaría a hacer tomas de imágenes aéreas con un dron. Junto con todo nuestro equipo, zarpamos hacia una gran aventura.
Don Leo, nos llevó a Caleta Tortuga Negra, un hermoso enclave con manglares donde inicialmente colocamos dos cámaras acuáticas sumergidas en puntos estratégicos para estudiar la diversidad y abundancia de peces en ausencia de perturbación humana.
Luego, fuimos a la parcela de monitoreo establecida en viajes anteriores por Nicolás para realizar el muestreo y las mediciones de la estructura del bosque, biomasa, producción de hojas, descomposición y toma de muestra de suelo. Para ingresar hasta la parcela, primero caminamos entre la famosa ‘lava tipo galleta’ de Galápagos. Por cierto, esta lava es muy puntiaguda y extremadamente dolorosa si te caes. Al llegar al manglar, nos tocó realizar acrobacias para poder penetrar en el bosque sorteando las ramas y raíces aéreas, respetando la naturaleza y considerando que estamos en espacio del Parque Nacional de Galápagos.
En un inicio este espacio era completamente extraño ante mis ojos. Yo solo veía muchas ramas y raíces aéreas, que no significaban nada para mí. Pero poco a poco, mientras más observaba, y con el pasar de las horas y de las actividades de investigación, podría ir entendiendo todo lo que sucedía en nuestro espacio de estudio.
Al finalizar, después de pasar más de 10 horas en este espacio de manglar tan reducido, me sentía finalmente familiarizada. Sin embargo, lo que realmente me sorprendió de este viaje, fue la creatividad de nuestros científicos Nicolás y Wilson para adaptarse a los recursos locales y lograr una investigación de primer nivel.
¿Cómo se mide un manglar, el carbono que almacena, y qué instrumentos se necesitan?
Como resulta imposible estudiar el bosque de manglar en su totalidad por su gran extensión, para su estudio se definen parcelas al azar (usualmente de 100 m2) dentro de las que se miden una serie de características que servirán para estimar la estructura del bosque y el carbono almacenado. Estas muestras permitirán escalar los resultados obtenidos a todo el bosque. Dentro de la parcela es necesario medir todas las parcelas de carbono, es decir las diferentes reservas de carbono en el bosque: el carbono contenido en la biomasa viva (troncos, ramas, hojas) y la biomasa muerta por encima del suelo (detritos de hojas, madera caída); así como la biomasa viva por debajo del suelo (raíces y rizomas), y el carbono que se encuentra bajo el suelo (materia orgánica del suelo y tejidos muertos de las plantas). Por este motivo, durante el día de estudio, realizamos diferentes actividades que trataban de estimar el contenido en carbono de cada uno de estas reservas, para lo cual fue necesario la preparación y construcción de artefactos e instrumentos específicos. A continuación, describo cada uno de ellos:
Esperamos poder regresar muy pronto para poder descubrir los resultados de estos maravillosos inventos. Si deseas conocer de nuestra próxima salida de campo y seguir al estudio de manglares, cambio climático y pesquerías en Galápagos, visita y apoya al proyecto con tus donaciones.