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Esther Marcayata/CDF

Islas Que Inspiran Ciencia y Gratitud

20 Dic 24 /

Hoy me encuentro aquí, frente al mar, redactando un blog sobre mi experiencia viviendo en una isla. Todo inició cuando busqué y encontré la oportunidad de ser voluntaria en Galápagos, el verdadero sueño. Apliqué al Programa de Conservación de Aves Terrestres de la Fundación Charles Darwin y tuve el privilegio de formar parte de su equipo de trabajo.

El programa busca garantizar la conservación de las poblaciones de pequeñas aves terrestres de Galápagos, para salvaguardar la salud de las islas en general. Mi formación como biotecnóloga fue útil para estandarizar protocolos y procesar muestras en el laboratorio. Utilicé técnicas moleculares como la prueba de reacción en cadena de la polimerasa (PCR), conocida por su uso durante la pandemia, pero en mi caso, para identificar agentes infecciosos en aves terrestres.

Hacer ciencia implica aprender, desaprender, intentar y volver a intentar. Pensar que todo saldrá bien al primer intento es utópico, y ese es el reto. Estandarizar protocolos tiene su propio ritmo, y aunque a veces resulte frustrante, saber que mi trabajo contribuyó directamente al avance del proyecto y a la protección de especies únicas de Galápagos lo hace aún más valioso.

Aunque mi rol natural como biotecnóloga se desarrolla en el laboratorio, desde el inicio tuve la intención de involucrarme en el trabajo de campo también. Gracias a la apertura y confianza que obtuve por parte de mis tutoras, tuve la oportunidad de salir al campo a colectar muestras de especies únicas en el mundo, para luego procesarlas en el laboratorio. Cruzar la frontera del tubo de ensayo y sumergirme en la naturaleza me llevó a terrenos de roca volcánica, al calor intenso de Cerro Fatal y a aprender de expertos que tienen un ojo audaz para identificar aves en cuestión de segundos.

Gislayne Mendoza/CDF
María Isabel Herrera trabajando en el laboratorio de la Fundación Charles Darwin (FCD), realizando una prueba PCR para identificar agentes infecciosos en muestras de aves endémicas.

Cruzando los límites del tubo de ensayo y sumergiéndome en la naturaleza, llegué a terrenos volcánicos, el intenso calor de Cerro Fatal y a aprender de expertos con una aguda capacidad para identificar especies de aves en cuestión de segundos.

Lo que hizo que esta experiencia trascendiera más allá de lo profesional fueron las personas. Convivir con voluntarios/as de distintas ciudades de Ecuador y del mundo transformó mis días. Cada uno, desde su área de especialización, aportó no solo a mi comprensión del trabajo en conservación, sino también a mi vida personal. El vínculo que se crea en la casa de voluntarios no se logra de otra manera. Son personas con las que compartí todos los días desde que llegué. Mis mañanas no comenzaban sin escuchar sus risas desde mi cuarto.

Convivir con ellos fue muy especial, y que todo haya sucedido en este Patrimonio Natural de la Humanidad lo hizo aún más fascinante. Jugar frisbee en el parque del Edén, sentir la cultura de Puerto Ayora cada viernes en sus calles cerradas al tráfico, subir a Bellavista para comer el mejor pan de chocolate, explorar rincones de la isla cada fin de semana, nadar en la playa cada mañana, comer las empanadas del mercado y contemplar las noches estrelladas con el sonido de las olas de fondo se convirtió en nuestra rutina isleña.

Sergio Riquelme/CDF
Sergio Riquelme, Adriana Morán, Elena Espín, María Isabel Herrera, Cristina Córdova y Esther Marcayata, voluntarios/as de la FCD, explorando los senderos de la isla Santa Cruz.

Admiro profundamente el trabajo de todo el personal, pero hablando específicamente de los voluntarios/as, es impresionante el esfuerzo que cada uno realizamos para sacar adelante los proyectos. Estamos aquí por amor a la naturaleza. Siempre he pensado que el voluntariado es la evidencia tangible de la más pura vocación. Por eso considero fundamental seguir implementando iniciativas que atraigan a personas apasionadas por aprender y contribuir a la conservación.

Gis, Ainoa y Birgit fueron mis mentoras y me acogieron en todo este proceso. No puedo dejar de mencionar que ha sido tan gratificante trabajar con estas mujeres de ciencia, mujeres humanas, mujeres que inspiran. Ellas me demostraron que las personas son mucho más que su trabajo, y eso cambió por completo mi perspectiva sobre la vida académica y de investigación a la que muchos estamos acostumbrados.

No hay palabra que defina mejor mi estancia aquí que gratitud. Mi corazón se lleva el entusiasmo de cada persona con la que tuve el privilegio de trabajar y su generosidad al compartir conmigo sus años de experiencia dedicados a la conservación del archipiélago.

Me llevo la vista al mar desde el laboratorio, los atardeceres desde la entrada de la casa, las visitas al muelle para ver tiburones, pero me llevo, sobre todo, mis ganas de regresar.

María Isabel Herrera/CDF
Atardecer capturado desde la Casa de Voluntarios de la FCD.

¿Quieres ser parte del cambio? Desde 1971, la Fundación Charles Darwin ha dado la bienvenida a voluntarios apasionados de todo el mundo, y tú podrías ser el próximo. ¡Forma parte de este equipo esencial que protege este paraíso único! Explora las posiciones disponibles en nuestra página y envía tu solicitud completa a vol@fcdarwin.org.ec (aceptamos aplicaciones en español e inglés). ¿Dudas? Escríbenos o llámanos al +593 (0)5526-146 o +593 (0)527-013/014, ext. 338.

¡Tu aporte puede cambiar el futuro de las Islas Encantadas!