Me complace compartirles este blog para contarles lo que significa el arte de la pesca en mi familia, mi experiencia universitaria, y, mi comprensión sobre la importancia del manejo responsable de los recursos marinos ya que es el sustento de muchas familias galapagueñas como la mía. Mi intención es motivar el entendimiento de la importancia de la pesca artesanal en Galápagos y en cualquier lugar del mundo.
Como hijo de un pescador artesanal de Galápagos, he ido aprendiendo sobre esta profesión gracias a la enseñanza de mi padre, quien lleva pescando desde hace aproximadamente 30 años. Esta experiencia fue mi mayor motivación para estudiar una carrera universitaria vinculada con la pesca, como lo es la acuicultura.
Recuerdo estar muy relacionado con la pesca y el mar desde que era un niño, ya que crecer en Galápagos me ha permitido conocer muchos lugares que sin duda cualquier turista desearía visitar. Mi padre regresaba de los viajes de pesca con variedad de peces, algunos muy raros como el pez murciélago y otros de colores intensos como el bacalao rey. También se me vienen a la cabeza las langostas, que antes de ser puestas a la olla, andaban caminando por el patio de mi casa.
La primera vez que mi papá me llevó de pesca fue a los 14 años y fue en nuestra embarcación llamada Javeline, conocida sarcásticamente como El Titanic debido a su pequeño tamaño (6.8 m de eslora y 2.08 m de manga, con velocidad de navegación de 5 a 7 nudos por hora). Los primeros días de mi viaje fueron un tanto tortuosos, ya que al no estar acostumbrado a la navegación pasé mareado.
Gracias a este viaje, pude conocer lugares increíbles como una pequeña bahía de aguas cristalinas y turquesas en la isla Santiago conocida como “Ladilla” y, además, tomé mis primeras clases de buceo a cargo de mi padre para así conocer cómo se capturan las langostas.
Durante el tiempo de navegación, dormíamos en literas, que, cuando regresé a casa y me acosté en mi cama, ésta parecía inmensa. Es más, tenía la percepción de que todos los objetos de mi cuarto habían crecido. Me dormí pensando en mi primera gran aventura con mi papá.
Hasta que terminé el colegio, mi papá no me volvió a llevarme de pesca aunque siempre estuve ayudando en las actividades relacionadas como limpiar pescado, cargar el hielo, abastecer de combustible, etc. Cuando terminé el colegio, 3 años después de mi primera aventura, la pesca experimental con “empate oceánico modificado de profundidad” liderado por la Dirección del Parque Nacional Galápagos estaba en marcha y mi papá me permitió participar. Al mismo tiempo, mi papá estrenó un barco que él mismo construyó, llamado Pesquero Piquero (9 m de eslora y 2,7m de manga), un poco más grande y cómodo que el Javeline.
En el Pesquero Piquero viajábamos hasta la isla Fernandina (la isla más occidental del archipiélago). Allí la faena de pesca consistía en salir unas seis millas afuera de la isla para lanzar el arte de pesca experimental, el cual se conformaba por 100 anzuelos que alcanzaban 26 metros de profundidad de cale y después de unas 2 a 5 horas, dependiendo del sitio y las condiciones, se lo recogía. Todo el trabajo era manual. Durante los 15 días de viaje, recuerdo que fue hasta los últimos días de pesca que capturamos a los peces grandes (miramelindos, espadas y albacoras). En estos viajes, disfruté de las increíbles noches estrelladas y tuve la oportunidad de ver un sin número de animales marinos como orcas, delfines, pez luna, etc. en su estado natural. También, comprendí que la pesca es una activad de mucho esfuerzo y sacrificio, pero al mismo tiempo es muy gratificante al final del día y que, para vivir tranquilo y alegre, hace falta muy poco.
Uno de estos días de viaje, mi papá me dijo “si te quedas, esto es lo que te espera, la pesca es buena, pero es mejor que sigas estudiando”. Es así que logré entrar a la Escuela Superior Politécnica del Litoral para estudiar Ingeniería Acuícola y, por lo tanto, también salir de Galápagos. Vivir en la ciudad de Guayaquil, fue un tanto interesante, era otro estilo de vida. Me llevó un tiempo acostumbrarme al ruido de los autos. Por las noches, a veces me costaba dormir, entonces me acordaba de los viajes de pesca en Fernandina ya que siempre nos fondeábamos cerca de los acantilados y el sonido de las olas tenían un parecido al ruido del vaivén de los carros en la autopista.
Durante la universidad, había cosas que en la práctica ya las conocía. Por ejemplo, en la materia sobre actividades náuticas y pesqueras utilizamos el arte de pesca trasmallo. Pero el ayudante de la materia sabía toda la teoría, pero nunca había pescado con el trasmallo y, por más que digan saber utilizarlo, no es tan fácil como parece. En otra ocasión, en una salida de campo en la que visitamos la camaronera de un compañero, tuvimos que usar una red de plancton. Para esto, había que subirse a una canoa y usar un remo para movilizarse en la piscina camaronera. Los primeros que intentaron remar no pudieron hacerlo ya que la canoa era muy inestable y el remo era un palo. Afortunadamente, aprendí a remar en el muelle de carga en Galápagos usando un palo en una pequeña panga (embarcación de madera) de mi papá, en la cual hay que subirse cuidadosamente porque se vira; una vez hasta se hundió porque nos sentamos con mis primos en un solo lado, llenándose de agua por la borda. Entonces, viendo que mis compañeros de universidad no podían, me ofrecí a manejar la canoa en la camaronera para recolectar las muestras de plancton con la red. Ese día remé unas dos horas por toda la piscina.
En mis vacaciones volvía a Galápagos y aprovechaba para salir a viajes de pesca de langosta. Siempre escuchaba a los pescadores decir que antes había más langosta, que lo que se pesca en una semana, antes se podía pescar en una noche. Evidentemente las poblaciones de langosta y langostino (langosta china) han disminuido y no solo esta especie, también está el pepino de mar que por su ciclo de vida es de lenta recuperación. Esto me llamó la atención, ya que como estudiaba acuicultura, pensé en que se podría hacer repoblación de estas especies, pero hasta ese momento en la universidad, no habíamos tratado el tema sobre el cultivo de estas especies.
Cuando cursaba el 7vo semestre, tuve la oportunidad de realizar pasantías en el Centro Nacional de Acuicultura e Investigaciones Marinas (CENAIM) donde conocí que existen protocolos para el cultivo de pepino de mar. Esto me pareció increíble ya que se pueden utilizar estas técnicas en un intento de repoblar las poblaciones en Galápagos, que a la vez puede ser beneficioso para la pesca. Luego, como parte del programa de ESPOL, los estudiantes de acuicultura son enviados el último año de carrera a CENAIM. Además de los pepinos de mar, conocí un poco más a fondo de los cultivos de ostras para producción de perlas, peces y de algas, aunque este último a pesar de estar desarrollado en países como Chile, en Ecuador solo se han realizado a nivel experimental.
Ahora cada vez que voy a la playa veo que hay muchas especies que se podrían cultivar para generar una fuente de ingresos en el sector pesquero que pueden ir desde el cultivo de ostras perleras, algas marinas para alimentación y repoblación de especies como el pepino de mar y la langosta roja.
Me siento muy afortunado de haber crecido en Galápagos y más aún, que mi familia esté dedicada a la pesca artesanal. Este es el primer oficio que aprendí de mi padre y gracias a él, he podido conocer muchos lugares y vivir aventuras increíbles; a la vez, me permitió comprender la importancia que tienen los recursos marinos para nuestra comunidad. Para mí, la pesca representa un estilo de vida en el que lo más importante es estar bien alimentado y con ropa cómoda, aunque es una actividad que requiere mucho esfuerzo, también se viven experiencias muy divertidas e interesantes. Ahora, como voluntario del Proyecto Interdisciplinario de Pesquerías de la Fundación Charles Darwin, he comprendido que en los ecosistemas marinos influyen muchas variables ambientales siendo éste un sistema realmente complejo y que son parte de un sistema mayor, ambiental y humano, también complejo como las pesquerías artesanales.