El equipo de Ecosistemas Marinos de la Fundación Charles Darwin (FCD), la Dirección del Parque Nacional Galápagos (DPNG), el Instituto Oceanográfico y Antártico de la Armada (INOCAR) y la organización filantrópica Aqualink, colocaron una boya oceanográfica al norte del archipiélago. El objetivo es registrar diferentes parámetros atmosféricos y oceanográficos, incluyendo la temperatura del mar a nivel superficial y a 18 m de profundidad, en el área del arrecife Wellington, de gran importancia para entender los cambios que sufren los ecosistemas de Galápagos ante las alteraciones climáticas.
La boya está colocada cerca del arrecife Wellington, el único arrecife estructural de Galápagos, que sobrevivió a los eventos climáticos de El Niño Oscilación Sur (ENSO), ocurridos en 1982 y 1983. En este evento murieron el 97% de los arrecifes coralinos del archipiélago, por lo que este espacio es considerado de alta importancia para los científicos/as y técnicos/as, ya que alberga uno de los ecosistemas marinos más diversos de Galápagos.
“Los esfuerzos de conservación e investigación por parte de la DPNG y la FCD, para reforzar la capacidad de recuperación de los ecosistemas de los arrecifes mediante actividades como la restauración de arrecifes, la identificación de especies tolerantes y los factores de perturbación son prioritarios para combatir los impactos del cambio climático” menciona la científica principal, Dra. Inti Keith, de la Fundación Charles Darwin.
Históricamente en Galápagos existían 17 arrecifes estructurales distribuidos en las diferentes bioregiones. El evento de El Niño de 1982 y 1983 los llevaron al borde de la extinción, especialmente en la zona central del archipiélago. Posteriormente las comunidades coralinas empezaron a recuperarse; sin embargo, la presencia de un nuevo evento climático en el año 1997 y 1998 no brindó el tiempo suficiente para restablecerse. La Fundación Charles Darwin en colaboración con la autoridad ambiental mantiene el monitoreo sobre estas especies.
La información emitida por la boya oceanográfica, instalada en marzo 2022, alertó sobre el aumento de la temperatura en la zona, un grado centígrado más (+1°C) del límite universal para blanqueamiento de corales, lo que generó preocupación; sin embargo, la aparente presencia de aguas frías localizadas, registrados por el sensor de temperatura de 18m, contribuyó a reducir la temperatura en el arrecife. En abril de 2022, las anomalías térmicas se intensificaron con la presencia de temperaturas altas y persistentes, por fortuna estas disminuyeron rápidamente a mediados del mes, alcanzando una anomalía de -2°C en la superficie. Siguiendo este cambio drástico, tanto la temperatura superficial, como la temperatura a 18 m se han mantenido oscilando por el promedio histórico proveído por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés). Esta reducción en temperatura ha permitido que el estado de alerta para el blanqueamiento baje de Nivel 1 a Vigilancia (NOAA).
"Estudios recientes sugieren que la presencia de flujos de agua fría en la zona norte del archipiélago, han ayudado a la supervivencia de los corales en extremas temperaturas, lo que resulta alentador para estas especies. Como autoridad ambiental hemos implementado otras medidas que contribuyan a la restauración de estos ecosistemas, como el proyecto experimental de siembra de corales en las bahías donde existieron estas especies" dijo Danny Rueda, director del PNG.
“A pesar de este calentamiento peligroso para los corales de las Islas Galápagos, se mantiene la esperanza de su recuperación, debido a los flujos de aguas frías presentes en las profundidades donde los corales se encuentran, las cuales fueron evidentes en el sensor de temperatura a 18 m. Sin embargo, el monitoreo constante de este arrecife y las comunidades coralinas en estado de recuperación es de suma importancia para mantener el balance y la salud del ecosistema marino de la Reserva Marina Galápagos.” mencionó el científico marino, Billy Bensted-Smith –de la Fundación Charles Darwin.